27.5.11
17.12.10
Reseña: La sombra del viento
No sé si habrá tenido la palabra resurrección merodeando en las oscuridades de su mente, pero precisamente eso traza Carlos Ruiz Zafón en La sombra del viento. Su contrastante novela transporta efectivamente al lector a la Barcelona de la posguerra, un cadáver quemado cuyas cenizas incuban, muy gradualmente, partículas de vida. Esta vida gradual es manifestada con maestría por parte de Zafón, quien construye muy efectivamente una tensión añeja, intercalándola con tajantes episodios de acción. Demuestra que donde hay vida hay cabida para muerte, y donde puede haber muerte hay aires de resucitación.
Zafón narra la historia de Daniel Sempere, un niño curioso quien aleatoriamente descubre un ejemplar de la elusiva novela La sombra del viento. Es su primer libro, y concluye que “pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hacia su corazón”. Tal es su efecto, que su corta vida comienza a inclinarse hacia la búsqueda del autor, un tal Julián Carax, cuya existencia es altamente debatible. La inclinación aumenta al punto que su vida finalmente gira en torno a entender el misterio, estando dispuesto a arriesgarla múltiples veces por ello.
La obra de Zafón es algo extensa, sobrepasando las quinientas páginas, pero la trama es tan compleja y elaborada que amerita cada una de ellas. La mayoría del texto consiste en detallada retrospección. Sin embargo, recurre varias veces a la epístola para envolvernos en delicados asuntos ajenos, alcanzando tal grado de verisimilitud que el lector se ve obligado a tomarse varios recesos para permitir que se asiente todo, o quizás, pasar un escalofrío perturbador.
La sombra del viento contiene tantos elementos que es difícil no identificarse con sus lazos. Es tan humana, pero simultáneamente contiene un aura sobrenatural que hace de su lectura una experiencia cicatrizante. El lector es tanto el invitado de honor como la víctima. Es imposible el no remontarse afectuosamente a la infancia del pequeño Daniel, el no condolerse por la ausencia de su madre, el no regocijarse cuando descubre el amor, el no sentirse herido al chocar contra el desengaño, y el no emocionarse cuanto más se acerca a la verdad. Daniel crece, y el lector junto a él. Se siente alegría y tristeza, dolor y rabia, pero finalmente se alcanza la satisfacción. Con Daniel, Zafón nos desangra hasta la muerte, pero también nos introduce en una resurrección, un renacimiento del alma.
No considero que La sombra del viento sea una novela perfecta. En ocasiones Ruiz Zafón se envuelve tanto en algún asunto, que saca al lector levemente de tiempo, anublando un poco la experiencia de la lectura. No obstante, la riqueza de la obra es lo suficientemente grande como para achicar sus fallas. Finalmente, la lectura de La sombra del viento es una gratificante, con tantos yacimientos deslumbrantes y saetas inmoladoras que el lector no encontrará donde refugiarse, y no querrá hallar alternativa aparte del dejarse llevar.
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